Participación Ciudadana y Democracia: Relación Inexorable
Introducción
De entre los elementos claves que definen a una democracia consolidada, se encuentra la participación política ejercida por los ciudadanos, dicho concepto admite gradaciones, varía en cantidad, calidad, límites y alcance, puede ir más allá de la simple emisión del voto para la elección de autoridades, y surge de la demanda ciudadana de espacios públicos para su implicación en la toma de decisiones.
En ese sentido, el presente ensayo tiene como objetivo principal, mostrar la relación directa que existe entre la participación política ciudadana y los procesos tendientes a la democratización; argumento basado en la idea de que tales prácticas promueven una gestión más inclusiva y menos centralizada, a la par que generan una mayor supervisión en el desempeño de las autoridades evitando de esa forma sus abusos y arbitrariedades.
· Cuestiones preliminares
Podemos identificar, a través de la revisión de distintos autores, múltiples espacios de participación política ciudadana, entre las más recurrentes se encuentran: el acto de votación, la militancia en un partido político, la colaboración en campañas electorales, la intervención en manifestaciones, huelgas o actividades políticas,[1] todas y cada una de ellas necesita de diferentes habilidades, información y esfuerzo desplegado por los ciudadanos.
Conviene aclarar en este punto, siguiendo las consideraciones de Merino, que aún la ausencia total de participación es también una forma de compartir las decisiones comunes. Quien cree no participar en absoluto, en realidad está dando un voto de confianza a quienes toman las decisiones (Merino, 2001, pág. 10) , sin embargo, y para efectos de este ensayo, el tipo de participación política ciudadana que abordaremos, es la que se considerada como activa, por ende, las tesis presentadas a continuación, harán referencia a la misma.
· El Espacio Electoral
La participación electoral circunscrita a la emisión del voto, es sin lugar a dudas el canal de intervención política más común, pero no el único, de hecho, los resultados electorales son sólo un indicador parcial de la actividad política ciudadana, (Somuano, 2005, pág. 65), restringir la participación de los individuos a ésta acción específica, es negar su multidimensionalidad y heterogeneidad, recordemos por ejemplo, que además de la participación política institucionalizada, existe la "no convencional", tendiente a la ejecución de actividades calificadas como ilegales, entre las que se encuentran las protestas, manifestaciones, o desobediencia civil, entendidas en su conjunto como acciones que se manifiestan con distintos grados de violencia y suponen un choque con la legalidad instituida. Ambas modalidades de participación, la institucionalizada y la no convencional, que cabe decir, no son mutuamente excluyentes, intentan que los ciudadanos tengan una mayor injerencia en los aparatos del gobierno, especialmente en la forma en que se procesan y atienden las demandas.
Ante esas circunstancias, es posible entender por participación ciudadana, la capacidad que tiene la sociedad de involucrarse en la cosa pública para aumentar su grado de influencia en los centros de decisión y ejecución respecto a las materias que son de su interés (Castelazo, 1992, pág. 97) tal acción voluntaria, llevada a cabo a través de medios legales o no, intenta involucrar a los individuos en el ejercicio del poder, ya que si bien es cierto que la participación ciudadana es una actividad orientada a la elección de representantes, no se restringe a dicha esfera, contribuye además a influir en las decisiones que éstos representantes toman en nombre de la sociedad, al tiempo que aporta ideas que coadyuvan a la resolución satisfactoria de sus demandas. La participación ciudadana, tiene como eje articulador la necesidad de compartir el poder, pero también las responsabilidades.
· Participación y Democracia
La participación política ciudadana, puede llegar a ser considerada como un mecanismo de control y rendición de cuentas sobre la actuación de los gobernantes, es decir, como un contrapeso al ejercicio del poder que puede impedir sus abusos y atropellos, bien declara Jacqueline Peschard, la participación tiene un doble objetivo: incorporar las demandas de la población al quehacer gubernamental y asegurar que éste sea vigilado tanto por las propias instituciones que tienen dicha encomienda, como por las diferentes agencias de la sociedad civil (Peschard, 2004, pág. 9). De ahí que cuanto más elevado sea el nivel de participación ciudadana en los procesos políticos de un país, más democrático es su sistema. Siempre que existan mayores y mejores canales posibilitadores de participación ciudadana, más democrático es un Estado, y en sentido contrario, si estos disminuyen o son quebrantados, más cercano se está del autoritarismo.
Tal participación política, puede también dotar de legitimidad a la gestión gubernamental, ya que al influir en las decisiones de quienes son considerados como nuestros representantes, y asegurar que éstas realmente obedezcan a las demandas ciudadanas y no a intereses o proyectos particulares, la insatisfacción con las autoridades e instituciones disminuye, motivo por el cual la legitimidad aumenta y se propician márgenes superiores de gobernabilidad.
En ciertos momentos, la participación ciudadana puede inclusive contrarrestar las insuficiencias del modelo democrático calificado como representativo, haciendo posible una relación más horizontal entre el gobierno y sus gobernados. Al verse completo el proceso de la participación ciudadana, que consiste tanto en la elección de representantes y la supervisión de su desempeño, la brecha entre sociedad y autoridades se ve disminuida.
Argumento válido puede ser que el aumento de participación ciudadana aparezca, en considerables ocasiones, como consecuencia de una crisis de representación, empero, su desarrollo debe orientarse a resarcir esas tendencias, intentando construir en colaboración con las instituciones, un nuevo modelo de gobernabilidad.
Podemos comprender, expuesto todo lo anterior, que la preocupación e involucramiento por parte de la ciudadanía, en la resolución de aquellos aspectos centrales que conforman la agenda de problemáticas públicas, subyace a un régimen democrático. El ejercicio de la democracia, depende en gran medida del papel que desarrollen sus ciudadanos y de las formas de involucramiento que adopten en el quehacer sociopolítico. La participación es un componente central de la democracia, pues si bien suele considerarse que el primer escalón de la misma es el voto, en tanto derecho universal de los ciudadanos a elegir a sus representantes, la participación agrega a esta forma de gobierno su capacidad de ser gobierno de todos los ciudadanos (Ziccardi, 1998, pág. 28). En la toma de decisiones, los implicados ya no deben ser únicamente los representantes políticos electos, los ciudadanos pueden y deben jugar un papel trascendental en la deliberación y administración de políticas públicas.
Cuando los ciudadanos tomen conciencia de que son ellos quienes pueden influir, reformar, y hasta cambiar el sistema a través del cual se canalizan y toman las decisiones que les afectan, habrá un incremento cualitativo en la democracia, pues no se trata de instalar un tipo de gobierno alterno a ella, sino de mejorarla significativamente.
· Condicionantes de una auténtica participación
La participación de los ciudadanos debe ser activa, pero sobre todo libre, es decir, desprovista de rasgos autoritarios, la verdadera participación es la que se produce como un acto de voluntad, siguiendo a Sartori, participar es tomar parte voluntaria y personalmente. Voluntariamente es un detalle importante, porque si se obliga a la gente a participar a la fuerza, eso es movilización desde arriba y no participación desde abajo (Sartori, 2009, pág. 35). El predominio de elementos corporativos o clientelistas[2] en la participación, anula su carácter autónomo y propositivo, dificultando así el éxito de la democracia, para muestra el caso mexicano, en el que como declaran algunos estudiosos del desarrollo político nacional, mediante un sistema corporativo el partido-gobierno controló la participación ciudadana, creando alternativas de organización, todas, obviamente bajo su control y todas afiliadas al sector obrero del PRI[3]. La participación controlada desde arriba, en contraposición a la emanada de las bases, no puede abrir nuevos espacios y oportunidades políticas que ayuden a la ciudadanía en su conjunto, la verticalidad resulta en estos casos, un gran obstáculo en la instauración de un gobierno "del pueblo y para el pueblo".
Sin una participación autónoma es impensable concebir una verdadera inclusión ciudadana en los procesos de decisión y gestión gubernamental, y en consecuencia un orden político genuinamente democrático.
· A manera de conclusión
Todo régimen democrático necesita de una ciudadanía informada, interesada, pero sobre todo participativa de los procesos políticos que se desarrollan en su entorno, la inexistencia de tal participación deslegitima cualquier tipo de democracia y la hace carecer de sentido, como enuncia Mellado, la participación ciudadana es un componente de la democracia, porque la construcción y consolidación de ésta es una labor que incluye no sólo a las instituciones gubernamentales y a los partidos políticos, sino también a la sociedad civil. (Mellado, 2001, pág. 17).
En la actualidad, no basta con ejercer presión en las instituciones políticas como forma de aseguramiento de una adecuada representación, la ciudadanía debe trabajar de manera conjunta con dichas instituciones para afrontar los desafíos que se les presenten en el desarrollo de su vida político-social.
No obstante, y a pesar de lo declarado anteriormente, la invitación a "participar más" es meritoria, pero si se hincha desmedidamente, como si toda la democracia pudiera resolverse en la participación, es una recaída infantil y conceptualmente peligrosa, que nos propone un ciudadano que vive para servir a la democracia, en lugar de una democracia que existe para servir al ciudadano (Sartori, 2009, pág. 37).
Sumado a ello, el reconocer la importancia de la participación de los ciudadanos, no significa su inmediata existencia, para desarrollarla se necesita de ciertas condiciones políticas, sociales, económicas y culturales que la conviertan en una realidad, entre muchas otras, un cambio en las relaciones entre gobierno y ciudadanía, un sólido sistema de representación, una mayor apertura de espacios en los procesos políticos, una toma de conciencia de lo que significa ser ciudadano y sobre todo, una cultura política ya no súbdito o parroquial, sino participativa[4], sin éstas y otras condiciones, la descentralización en la toma de decisiones, el involucramiento de los ciudadanos en la vida política, y la eventual consolidación de una democracia, no está garantizada.
Haciendo un recuento de lo expuesto, la participación desplegada por la ciudadanía no es suficiente para entender la dinámica de la democracia, pero sin participación, sencillamente ésta no existiría, pues es su núcleo mismo. En las nuevas facetas de la democratización, la participación ciudadana puede ayudar a consolidar gobiernos más eficientes y libres, es un instrumento vital para el mejoramiento de la forma de gobernar, razón por la cual, debería ser un componente fundamental de las prácticas políticas en cualquier sociedad.
Fuentes Documentales
Bibliografía
Castelazo, José. (1992) Ciudad de México: Reforma posible, escenarios en el porvenir. México. Instituto Nacional de Administración Pública (INAP)
Mellado, Roberto. (2001). Participación ciudadana institucionalizada y gobernabilidad en la ciudad de México. México. Plaza y Valdés–UNAM.
Merino, Mauricio. (2001). La participación ciudadana en la Democracia. México. Instituto Federal Electoral. Cuadernos de divulgación de la cultura democrática.
Peschard, Jacqueline. (2006). Prólogo. En Andrew D. Selee y Leticia Santín del Río, (Coord). Democracia y ciudadanía. Participación ciudadana y deliberación pública en gobiernos locales mexicanos. Woodrow Wilson Center. Washington.
Sartori, Giovanni. (2009). La Democracia en 30 lecciones. México. Ed. Taurus
Ziccardi, Alicia. (1998). Gobernabilidad y participación ciudadana en la ciudad capital. México. Miguel Ángel Porrúa- IISUNAM.
HemerografÍa
Somuano Ventura, Ma. Fernanda. (2005). Más allá del voto: modos de participación política no electoral en México. Foro Internacional, Enero-Marzo, 65-88.
Camacho Servín Martha Patricia
[1] Véase Bobbio, Norberto et. al. Diccionario de Política. México. Siglo XXI. 1998. pág. 180
[2] Se entenderá por clientelismo, a la forma en que la autoridad se relaciona con los individuos y los colectivos a través de un intercambio de favores discrecionales y al margen de la ley. Cfr. Alicia Ziccardi Contigiani, Gobernabilidad y participación ciudadana en la ciudad capital. México. Universidad Nacional Autónoma deMéxico- Instituto de Investigaciones Sociales. 1998. pp. 36-37.
[3] Vease Durand, Víctor Manuel. Ciudadanía y Cultura política: México 1993-2001. México. Siglo XXI. 2004.
[4] Para una mayor definición de estos tipos de cultura política, véase Almond, Gabriel y Sidney, Verba. La Cultura Política (1992). En de Almond, G. et al. Diez textos básicos de ciencia política. Barcelona. Ed. Ariel.
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